La unidad soberanista se construirá desde la base y no en los despachos.
El partidismo podría frustrar el soberanismo. Este es un peligro real
que lastra el movimiento soberanista desde hace mucho tiempo. El
partidismo es tan acusado que casi se carga a las entidades de la
sociedad civil. El afán por controlarlo todo es tan exagerado que
incluso aburre a los militantes de base de unos partidos que están mal
dirigidos y, lo que es peor, que sufren una crisis de identidad bestial.
Los dirigentes a sueldo de estos partidos, los que razonan movidos por
los intereses partidistas, o los “cuadros” territoriales (¡qué forma de
hablar tan antigua!), no lo reconocerán jamás. Pero está claro que desde
tiempo atrás este tipo de políticos actúan escondidos detrás de un
telón y les cuesta escuchar el latido del corazón de la gente. Esta
adhesión ciega a un partido ha puesto en peligro las mayorías
parlamentarias, ha fragmentado el soberanismo con maniobras groseras, ha
mandado a la “papelera de la historia” a políticos compromisos con la
independencia o ha impedido la restitución del president Puigdemont. Las
culpas están muy repartidas...
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