lunes, 16 de julio de 2018

Borbonia


Toca juzgar al rey emérito. Toca juzgar su reinado. Por eso los poderosos se resisten como gato panza arriba a apear el mando. Porque saben que los van a juzgar. Y no suelen salir bien parados. Precisamente en estos días, la fundación de su nombre abre al público los papeles, el archivo de Felipe González. Es de suponer que debidamente expurgados de forma que quizá sea preciso esperar veinticinco años hasta saber qué pasó realmente con los GAL.
En el caso de la Monarquía, el juicio al rey está ya hecho hace mucho por la opinión pública y es devastador. El rey lleva el sobrenombre de su primer velero, Bribón. De reseñar el cortesanísimo comportamiento de los medios de comunicación, todos a una al quite y a encubrir las bribonadas del sujeto. Episodios ha habido en su vida que requerirían un Valle Inclán que retrató la de su tatarabuela Isabel II. Isabel es el nombre que acompaña a las dos Españas, la ascendente de la Iª y la desfalleciente de la IIª...
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'Fotos por el cambio'



Alonso apuesta por el contraste con esta instantánea que muestra la inmensidad del mar y su potencia.


Caroline Power pone el ojo sobre el problema del plástico mostrando la isla de este material que se ha creado en el océano Pacífico.
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'A la contra', per Ferreres

Ara, 16/07/2018

Us volen tots a casa


'Puigdemont, Borrell, Arrimadas i l’hegemonia de l’independentisme'


Llegamos sin nada...

¡Unidad, unidad!

La unidad soberanista se construirá desde la base y no en los despachos.

El partidismo podría frustrar el soberanismo. Este es un peligro real que lastra el movimiento soberanista desde hace mucho tiempo. El partidismo es tan acusado que casi se carga a las entidades de la sociedad civil. El afán por controlarlo todo es tan exagerado que incluso aburre a los militantes de base de unos partidos que están mal dirigidos y, lo que es peor, que sufren una crisis de identidad bestial. Los dirigentes a sueldo de estos partidos, los que razonan movidos por los intereses partidistas, o los “cuadros” territoriales (¡qué forma de hablar tan antigua!), no lo reconocerán jamás. Pero está claro que desde tiempo atrás este tipo de políticos actúan escondidos detrás de un telón y les cuesta escuchar el latido del corazón de la gente. Esta adhesión ciega a un partido ha puesto en peligro las mayorías parlamentarias, ha fragmentado el soberanismo con maniobras groseras, ha mandado a la “papelera de la historia” a políticos compromisos con la independencia o ha impedido la restitución del president Puigdemont. Las culpas están muy repartidas...
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