El Pentágono se mostró ayer confiado por el éxito de la operación para abatir uno de sus satélites espías cargado con combustible tóxico que, según la versión oficial, amenazaba con caer sobre la superficie de la Tierra.
La operación provocó las protestas de China y Rusia, que acusan a EE UU de esconder detrás de la misión una prueba encubierta de su escudo antimisiles.
Algunos analistas creen que EE.UU. quería destruir el US-193- cuyo coste fue de 1.000 millones de dolares-, para evitar que cualquiera pieza de sus aparatos de expionaje cayera en manos rusa o chinas.
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