Humor y crítica social.
Heinrich Zille (1858-1929) sigue siendo uno de los artistas más populares de Berlín, aún hoy, cuando se cumplen 150 años de su nacimiento.Los niños callejeros, los rufianes, los taberneros lo llamaban cariñosamente “Heinrich, el del pincel“ o “Papá Zille“ cuando lo veían pasar por los barrios berlineses que solía frecuentar.
Zille era un hombre que sabía lo que era provenir de un ambiente de gente pobre, era uno de ellos.En su obra, Zille inmortalizó a este “lumpenproletariado“ berlinés, a los perdedores del capitalismo de la época. Conocía al dedillo hasta el último de los rincones de la creciente metrópolis industrial del fin de siglo pasado.Sobre todo el lado oscuro de Berlín, sus casonas hacinadas de gente y las ilusiones que tenían en la gran ciudad, los sótanos húmedos y los patios traseros, oscuros y grises del hollín de las estufas a carbón.Y hablaba su idioma, tenía la misma forma de expresarse.
“Al viejo Zille conocen ya, en todos los bares de la ciudad“,
decían el refranero popular de los proletariado industrial berlinés.
“Jamás me van a creer lo que he vivido en estos barrios“,
diría Zille rememorando sus historias.
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