Lluís Permanyer dijo en una ocasión que Barcelona es una ciudad de nuevos ricos, a los que les disgusta lo antiguo y cada cierto tiempo quieren cambiarlo todo. Ahora le ha tocado el turno al Pastis, un histórico de la noche barcelonesa que, según parece, molesta a los vecinos. La paradoja es que los supuestos perjudicados son turistas que alquilan temporalmente los apartamentos que hay sobre el local, cuyos actuales inquilinos afirman no saber nada del asunto.
Lo curioso es que la decisión final sobre este asunto podría llegar antes que la respuesta a la instancia que todos los vecinos de la calle Santa Mònica enviaron al consistorio para protestar por la cantidad de orines que cada fin de semana cubren sus aceras. Cuestión de prioridades.Fuente, http://www.elpais.com
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