Ahora que estamos en tiempos preolímpicos y que no sabemos si Pekín será capaz de usar el marketing deportivo para lavar la cara de China y esconder bajo el felpudo de los anillos entrelazados la falta de derechos humanos, Francesc Ruiz (Barcelona, 1971) nos recuerda que Barcelona no se ha librado del lastre del 92. Los efectos de las olimpiadas de Barcelona se han descrito con un amplio repertorio de clichés positivos: que si fue un lavado de cara, que si la ciudad abrió las ventanas y se ventiló, que si de ser una ciudad fea y gris pasó a ponerse guapa (del “Barcelona posa’t maca” al “Barcelona la ciutat més maca del món”).Y negativos: las hordas de turistas que hacen de ella una ciudad escaparate, la especulación inmobiliaria camuflada bajo tristes operaciones como el Forum (¿qué pasó con la trienal? una y no más Santo Tomás) y esa pátina de diseño que lo recubre todo (primero aluminio, luego formica, ahora papeles pintados).
Pje. Mercader, 18. Barcelona.
= 20-06-08
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