martes, 10 de agosto de 2010
EL ´MONA LISA' DE LOS VIOLINES
Las crónicas venecianas hablan a menudo de la paciente espera que debían cumplir los luthiers en los muelles. Allí aguardaban el regreso de las naves procedentes de las Indias, que traían maderas exóticas de las que había que conseguir la mejor partida. Los días de convivencia portuaria, desde luego, no eran siempre apacibles, ya que cada artesano procuraba hacerse con lo mejor de tan preciado material. Una vez llegada la madera a tierra, la retiraban raudos para evitar que fuera mojada, dado que los marineros echaban sobre ella toneles de agua salada con el fin de fortalecerla e impedir así la polilla, cosa que la haría inservible para el uso musical.
El violín puesto a la venta, un diamante de la acústica, perteneció al virtuoso belga Henri Vieuxtemps, que viajó por toda Europa y Estados Unidos levantando admiración con su inseparable Guarneri. Vieuxtemps decía que su "estimado amigo" le ayudaba a hacer la mitad del trabajo.
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