"Son 15 minutos. Dejas de respirar. Y fuera"
Carlos Santos era un hombre de mundo. Amaba tanto la vida que quiso gobernar la suya hasta el final. Tenía un tumor incurable. Estaba condenado a morir sufriendo. Pero se rebeló. Acudió a la asociación Derecho a Morir Dignamente. Ellos le acompañaron en su última voluntad. El pasado 10 de noviembre decidió tomarle la delantera a su enfermedad. Desayunó y dio un paseo antes de tomar un cóctel letal. Murió dormido en la habitación de un hotel. Antes quiso contarnos su historia. Pretendía que su caso sirviera para reabrir el debate de la eutanasia.
Carlos, en un momento de descanso durante su conversación con Millás.
Quiso contar su meditado final para generar un debate público.
Carlos no quería abandonar el mundo creando problemas a nadie. Por eso redactó dos cartas para explicar los motivos de por qué puso fin a su vida. Estaba gravemente enfermo, encaminado a una muerte segura y dolorosa. En las misivas excluye su muerte de la responsabilidad de nadie, siendo su decisión "libre y voluntaria.
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Todo mi respeto y admiración.
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