Claro que, por otro lado, curiosamente, el año pasado se publicó una investigación que sostenía que la felicidad humana se reparte a lo largo de la vida en una curva con forma de U; esto es, que, por lo general, la gente se considera más dichosa en la juventud y en la vejez, mientras que el periodo más amargo cae entre los cuarenta y los cincuenta años, en torno a la crisis de la mediana edad. Son unos datos sorprendentes, pero si me pongo a pensar sobre ello creo que puedo intuir lo que hay detrás. Porque, si tienes suficiente dinero para pagar las necesidades básicas, y suficiente salud para ser autónomo, ser mayor te libera de ti mismo, de obligaciones tontas y de pamplinas. El héroe viejo conoce bien el valor inmenso y final de cada minuto, y eso forma parte tanto de su heroicidad como de su sabiduría. Sí, seguro que hacerse mayor no es para blandengues, pero también creo que, llegados a cierta edad, podemos intentar hacer de nuestra vida un hecho hermoso. Diseñar cada jornada con mimo, con sensibilidad y con la intensa conciencia de estar vivo. Que cada día sea un pequeño universo de sentido, una obra de arte.
Rosa Montero.
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“Llegados a cierta edad, podemos intentar hacer de nuestra vida un hecho hermoso”
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