sábado, 15 de octubre de 2011

INDIGNACIÓN

Me indigno porque hablar, hablamos mucho, pero ¿daríamos un ápice de nuestras comodidades diarias por salvar a un inocente cuando éste no es "de los nuestros"?
¿De verdad? Siempre que trazamos fronteras, éstas nos hacen ser entidades mezquinas.

Me indigno cuando nos indignamos por un recorte de nuestros sueldos pero no lo hacemos por los dos millones y medio de desplazados que mueren de hambre en los campos de Somalia.

Me indigna que no nos indignemos y pidamos responsabilidades a nuestros Gobiernos, a los que tal vez podríamos acusar de genocidio por omisión. Pero claro, tenemos otras prioridades.

Y ¿qué hacer? ¿Qué modelo inventar?

Clamar por la sabiduría. Educar a un niño poniendo a su alcance los medios para la más alta comprensión. Mirar hacia otros pueblos: los últimos supervivientes de las selvas tropicales, Bhutan tal vez, pueblos felices, si los hay. Aprender de ellos, de su felicidad: su eudaimonía: la buena (eu) voz interior (daimon), el buen-estar.
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Chantal Maillard (Bruselas, 1951)

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