con 200.000 habitantes (dos tercios de los habitantes de Islandia). Cuando Arnarson arribó a estas costas, avistó llamativas columnas de humo que procedían de los géiseres situados en las inmediaciones del lugar elegido y, como consecuencia de ello, decidió llamar a su asentamiento:
Reykjavik, la “bahía humeante“
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