A lo mejor no son mentiras sino una incapacidad neurótica de entender la realidad.
Pero, ¿a quién se le ocurre? Solo a estos, tan necios que se creen sus
propias mentiras. La primera de todas, la más evidente, la más palmaria:
que el independentismo, el antimonarquismo, el republicanismo catalanes
son cosa de cuatro elementos resentidos y antiespañoles. Bastará con descabezar (sic)
a los líderes para que baje el suflé. Además son unos cobardes que se
arrugan ante la justicia y se dan prófugos o presos. Es una mentira que,
como el rinoceronte de Ionesco, acabará ocupando todo su ya escaso
espacio mental.
Cualquiera diría que, con el recibimiento que ayer tributó Barcelona a
Felipe de Borbón, esa mentira ha estallado como una pompa de jabón. Se
presenta como el soberano que visita la colonia (tierra conquistada) a
la que acaba de disciplinar por la violencia y se encuentra solo, junto a
sus fieles servidores españoles, la vicepresidenta y el delegado del
gobierno, de quien se dice que llevaba una corbata VERDE. Nada de
representación institucional de los indígenas. Solo el ruido de una
ciudad que no lo quiere y se lo dice. La regia mano se quedó sin besar
salvo por la alcaldesa de L'Hospitalet. Luego, la cena, un suplicio,
frente a un presidente del Parlament con el lazo amarillo en la
solapa y que no tuvo el detalle de aplaudirle el discurso. Ese en el que
se entrevé la amenaza de que, si no se le besa la mano (él lo llama
"lealtad institucional"), el Congreso Mundial de Móviles se irá de Barcelona.
Hasta para las amenazas es lento. El director del Congreso ya había
aclarado por la mañana que ellos piensan seguir en Barcelona, sin
cuidarse poco ni mucho del rey porque es gente seria de negocios y va a
dónde hay negocio y no donde solo hay arrogancia e ineptitud. Fuente
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