A la España oficial parece que se le ha olvidado. Pero todo demócrata
debe recordar y recordarle que antes que imputado, independentista,
secesionista o dadaísta, Jordi Sànchez era, es y continúa siendo un
ciudadano en plena posesión de sus derechos políticos fundamentales.
Ninguna medida preventiva puede privarle de su ejercicio y sólo una
sentencia firme puede limitárselos, nunca privarle de ellos. Una verdad
que resulta aún más incuestionable cuando nos referimos al derecho
político más básico y fundamental de todo ciudadano: el derecho de
sufragio activo y pasivo, el derecho a elegir y ser elegido.
Con la Constitución y la jurisprudencia del Tribunal Constitucional
en la mano, el juez del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, no tiene otra
opción que permitir que el ciudadano Jordi Sànchez ejerza su derecho de
sufragio activo y pasivo. Dictar lo contrario abriría una vía con
notables posibilidades de éxito para cuestionar su legalidad y provocar
la nulidad de todo el proceso
Hasta ahora el juez Llarena ha podido trampear el evidente espíritu
garantista de la Constitución con respecto al derecho de sufragio
facilitando a los diputados encarcelados la delegación del voto. Pero
esa puerta trasera está cerrada para el caso de un diputado electo, que
debe presentar y defender presencialmente su candidatura a la
presidencia; a no ser que todo lo que se ha dicho para impedir la
investidura a distancia de Carles Puigdemont fuera mentira o no tuviera
valor jurídico alguno. Fuente
Ya teníamos el precrimen, ingeniado en su día para parar el 1-O,
y ahora parece que vamos a inventar la preinhabilitación
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