La escena la explico como la viví. En un restaurante de
calidad, en un pequeño pueblo del Penedès, muy frecuentado por todo tipo
de personas, naturales de la región y gentes con buen gusto de
Barcelona y todas partes. El establecimiento –glosado en guías
internacionales– está en una zona electoral donde el sí a una hipotética
independencia ganaría cómodamente. El propietario es un hombre
inteligente y rápido. Es un buen auscultador del momento, habla a diario
con mucha gente, con la franqueza que provoca el buen yantar. El otro
día me dio este titular, mientras me servía una carn d’olla; tan sabrosa
que reinventaba el canon:
“La gente empieza a estar muy harta, de todo esto; me cuentan que, si se repiten las elecciones, no irán a votar, y son precisamente los más motivados”.
“La gente empieza a estar muy harta, de todo esto; me cuentan que, si se repiten las elecciones, no irán a votar, y son precisamente los más motivados”.
Den el valor que quieran a este comentario. No es un sondeo
de opinión, no tiene representatividad estadística, pero revela un
estado de ánimo. Es una pequeña fotografía de un instante. La frase me
confirma lo que yo mismo detecto entre muchos votantes independentistas:
incomprensión de lo que hacen y no hacen los elegidos el 21-D,
cansancio ante el tiempo muerto y una irritación creciente.
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