Las modas gastronómicas los han exaltado o despreciado, pero ahora vuelven en la alta cocina.
Pocos platos dividen como los caracoles. O se adoran o se detestan. Comida de pobres o delicatessen
como la trufa o el foie gras.
Este pequeño gasterópodo alcanza la
velocidad máxima de 4 metros por minuto, pero su rastro brillante sigue
la evolución de los humanos desde el descubrimiento del fuego.
Desde la prehistoria hasta la Edad Media
En las cuevas prehistóricas se han encontrado cúmulos de conchas
perfectamente limpias. Los caracoles eran una presa mucho más fácil de
capturar que un mamut. Desde entonces nunca dejamos de comerlos, a
pesar de su inestable fortuna como género gastronómico. Han oscilado
entre alimento de rara delicadeza y plato para burdos, comida impura (lo
dicta Moisés en la Biblia) y recurso para médicos y pacientes.
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