Dislate tras dislate. Esto empieza a ser alarmante. El desprestigio de
las instancias judiciales supremas españolas es galopante. Si anteayer
parecían autoritarias y ayer incoherentes, hoy resultan ser pueriles.
El último auto de la sala de lo penal del Supremo, con un motivo
colateral, se permite enjuiciar la decisión del tribunal alemán de dejar
en libertad a Puigdemont. Lo hace ex abundantia cordis, no
porque deba o a ello tenga derecho. Su juicio, por supuesto, negativo,
hosco y hasta paternalista: el tribunal alemán se ha precipitado, no ha
reflexionado bien ni ha calibrado las pruebas. Así mismo. Cabe imaginar
la respuesta: ¿qué pruebas? Si han tenido que ir los fiscales españoles
hace unos días a llevárselas a los alemanes, fuera de tiempo, claro, y
sin más garantía que los "informes" de la guardia civil.
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