Los avances del PP en lo referente a la democracia interna del
partido son incuestionables.
Si en el Génesis fue el dedo de Fraga el
que designó a Aznar, que entonces no sabía que era todo un estadista, y
en el Éxodo el del conquistador de Irak hizo lo propio con Rajoy, ahora
que se está escribiendo el libro del Apocalipsis es el índice de la
esfinge de Moncloa el que ha entrado en acción. Éstas sí que son
primarias y no los caucus de Iowa.
En una exhibición de renovación, regeneración y reciclaje la falange
de Rajoy ha sido la encargada de escoger a Pío García Escudero como
presidente del PP de Madrid, al que no llamaremos nuevo porque es casi
un artículo de Wallapop, y al candidato y futuro presidente de Madrid,
Ángel Garrido, cuya garantía de compra es de un año y no admite
devoluciones. No se ha escuchado entre la militancia crítica alguna a la
aplicación del artículo 33 de los Estatutos, ese yo me lo guiso, yo me
lo como y que otros frieguen los platos, porque nadie duda de la
infalibilidad digital del líder y de lo meditada de su decisión. Al fin y
al cabo, es el que más tiempo tiene.
Los afiliados del PP son políticamente menores de edad, necesitados
de que un tutor vele por ellos y provea sus necesidades básicas...
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