Solo el presidente del Gobierno ha sabido medir su reacción ante la candidatura y el discurso del aspirante Quim Torra.
Los demás han caído en el exceso y el ruido. Tantas veces que le hemos
responsabilizado de cómo se enredaba la situación en Catalunya, por
justicia, es hora de que alguien empiece a reconocer lo obvio. Desde la
aplicación del 155, solo Mariano Rajoy tiene una estrategia y la paciencia necesaria para sostenerla mientras todos los demás corren como pollos sin cabeza.
Esperar otro discurso de un candidato que para salir elegido por
la mínima necesita sortear el comodín de la repetición electoral de Carles Puigdemont,
la lucha por el poder en el PDECat, la desconfianza de ERC y el veto
anticapitalista de la CUP resulta inútil, además de bastante mentecato. Rajoy lo
sabe y ha hecho lo que tenía que hacer cualquiera que se siente en la
Moncloa y tenga dos dedos de frente: avisar de que no le gusta lo que
oye pero que no va prejuzgar al candidato hasta que empiece a tomar
decisiones.
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