Mi artículo de ayer para elMón.cat, titulado cuestiones para saber en dónde estamos.
El conflicto España-Catalunya se agrava y se hace más irreversible por
instantes. Conviene detenerse de vez en cuando a ver la trifulca con
distanciamiento. Eso es lo que quiere el artículo. Pero de ayer a hoy
hay nuevos acontecimientos que apuntan siempre en la misma dirección.
El gobierno central mantiene su intransigencia y beligerancia,
bloqueando las decisiones del Parlament que le desagradan. En el frente
judicial del 155, el juez Llarena procesa por rebelión, sí, por
rebelión, a Puigdemont y veintidós líderes independentistas más. El
nuevo auto hará las delicias de los "llarenólogos": que si sigue
buscando la violencia como Dios buscaba media docena de justos en Sodoma
y Gomorra; que si califica de violencia la no violencia frente a la
violencia; que si lo de la malversación está en el terreno de los
deseos; que si imputa aquí delitos que allí no le admiten; que si
utiliza como fuente de derecho las arengas patrióticas del rey, etc. No
son los detalles los que que hacen injusto el proceso; es el proceso
mismo por su carácter político.
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