La idea es de Miquel Iceta, quien pide aprovechar los juegos olímpicos del Mediterráneo para declarar una tregua olímpica.
Se aprecia la buena intención de este político tan polifacético. Solo
que la figura parece desmesurada y fuera de lugar. La tregua olímpica
original era verdadera: se suspendían las frecuentes y continuas
hostilidades para garantizar la seguridad de los atletas. Actualmente,
dadas las circunstancias, la tregua olímpica es meramente simbólica. El
mundo está en perpetua guerra. No así en España, es de suponer. Pedir la
tregua es reconocer que hay una guerra, lo cual es falso. Hay un
conflicto político. Para convertirlo en guerra es necesario que ambas
partes estén armadas, si no paritaria, asimétricamente. No es el caso de
Catalunya. Por tanto no puede haber tregua en donde no hay guerra. En
los juegos del Mediterráneo falta la guerra; como falta el corredor del
Mediterráneo, una de las facetas del conflicto...
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