La arrogancia españolista (¿o hay que decir directamente franquista?) de esta peña del PSOE es alucinante. Vende como una concesión graciosa estar dispuesta a "dialogar sin cortapisas".
Es más, la vicepresidenta Calvo, tan ayuna de sensibilidad como sobrada
de impertinencia, señala por adelantado que Sánchez no aceptará la
petición de referéndum que le hará Torra. No deja así en buen lugar al
líder del PSOE, pero eso es lo de menos; está acostumbrado. Lo gracioso
es la posición oficial del gobierno español: dialogaré sin cortapisas y
tambièn sin escuchar. Es la gran novedad que Sánchez ofrece para
Catalunya, cuando afeaba a M. Rajoy (a) "el sobresueldos" que fuera por
lo judicial sin entender que se trata de un problema político que
requiere diálogo. ¿Qué diálogo? Uno sin cortapisas en que no se escucha a
la otra parte porque no hace falta. En cuanto le digas que habrá
diálogo sin cortapisas, esa otra parte se derrite y te da lo que pidas.
La verdad, no sé cómo explicar esta actitud salvo tildándola de servil.
Los indepes catalanes que, en un ejercicio de buena fe y ánimo
conciliador, votaron la moción de censura y posibilitaron que Sánchez
fuera presidente del gobierno se encontraron con que ese nuevo gobierno
se constituía con los elementos más furibundamente catalanófobos
(Borrell, Robles, Ábalos) y actuaba en menoscabo directo de Catalunya.
Tanto que decidieron no votar ninguna medida más suya y, así, precipitar
su caída.
Eso es lo único digno que puede hacerse, salvo que ese gobierno cambie
180º de actitud,
derogue la ley mordaza y se la aplique en exclusiva a su matón Borrell...
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derogue la ley mordaza y se la aplique en exclusiva a su matón Borrell...
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