Así la calificábamos nosotros, cuando la policía franquista (los grises) nos perseguía, nos machacaba y nos incautaba libros (tras el registro correspondiente) de nuestras pequeñas bibliotecas de libros “prohibidos”, libros que, por cierto, encontrábamos luego en las “zonas ocultas” de algunas librerías de apariencia progre, cuyos vínculos directos con los grises y sus mandos conocimos después. Todo era muy ruin. Nos robaron parte de nuestra adolescencia y de nuestra primera juventud. Ni olvido ni perdono. Nunca me han gustado las armas. Desde un punto de vista económico, son elementos productivos que generan todo tipo de disfunciones. Destruyen riqueza. Son antieconómicos. Desde un punto de vista moral, son despreciables. Lo que está ocurriendo en el Yemen es un buen ejemplo de su papel en el mundo. Las armas, desde la porra más primitiva al avión de caza más sofisticado, forman parte del aparato instrumental del “poder condigno” (según las categorías de John K.Galbraith), que es el poder más primitivo, el que se basa en la fuerza, sea ésta física o súper tecnológica.
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