Aunque parezca mentira, el ridículo consejo de ministros celebrado en la colonia ha sido muy útil.
Vinieron sobrados y generosos, manteniendo la provocación sietemachos sin enmendarla a pesar de los avisos, y se fueron corridos con el rabo entre las patas. Llegaron con abalorios para los nativos, como si fueran mercedes de generosidad socialdemócrata y no derechos de la ciudadanos. Vinieron a apalear a mansalva a título de escarmiento y no pudieron más porque los colonizados no caímos en sus provocaciones. Traían preparado el rollo de la evangelización, es decir, sus habituales mentiras sobre las proporciones de indepes/no indepes y la imaginaria fractura de Catalunya. Y lo que vieron les llenó de espanto: una sociedad unida en contra del colonialismo español.
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