jueves, 13 de diciembre de 2018

¿Quién miente, presidente?

La sesión monográfica de ayer nos dejó un cuadro bastante completo de la situación en Catalunya. Completo, sin embargo, no quiere decir que esté claro. El barullo y el griterío del Congreso y fuera del Congreso en relación con Catalunya impide el distanciamiento y la frialdad necesarios para entenderlo. En gran medida, la agitación está provocada para impedir un análisis de alguna utilidad. Está pensada para confundir, exasperar y llevar el conflicto a un punto de no retorno.
Interesados en la ceremonia de la confusión están todos aquellos que, no hace mucho, sostenían con suficiencia que la cuestión catalana, no tenía importancia, que era una algarada, una cortina de humo para ocultar la corrrupción del 3%; que el soufflé se desinflaría  por sí solo; que era cuestión de descabezar el movimiento independentista; que todo obedecía a la locura de un puñado de visionarios; que los personalismos se cargarían la unidad; que esta se rompería en cuanto les tocaran el bolsillo. Etc., etc. Tantos años ignorando la realidad por un complejo hecho de arrogancia, desprecio, autoritarismo e ignorancia  y esta les ha estallado en los morros. A todos. Y ha hecho caer las caretas. Todas.

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