Debe de ser la exquisitez quien guíe nuestros sentidos. El equilibrio
entre la pasión y el corazón. La mesura entre el deseo y el puedo. En
ocasiones me pregunto qué hemos hecho mal, para estar despertando el
dragón que llevamos dentro. Hacía dónde vamos, para sentir esta
sensación de estar, una vez más más, alimentando a nuestros demonios. Me
pregunto hasta cuándo aguantaremos intactos antes de que nos devore
nuestros propios miedos, hasta cuándo resistiremos este embate que hemos
emprendido y que si no logramos controlarlo, terminará con nuestros
cuerpos entre las fauces de sus mandíbulas.
El odio ha reemplazado las banderas. Los mástiles se
convertirán en nuestro palio. Y nuestros errores en el pecado que muy
posiblemente no podamos expiar. Sea así la honestidad quien nos devuelva
a la cordura. A sus labios sobre el pecho de nuestro tormento.
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