Para hacer que Anna Gabriel vuelva, habrá primero que derrotar toda excepción. No queremos más presos ni exiliados: ni uno más.
«Hace tiempo que no acepto lo que no se puede cambiar, cambio lo que no se puede aceptar»
Angela Davis
El miedo es una tecnología del poder.
La excepción es una tecnología de gobierno. Ambas dos convergen hoy
para vulnerar y violentar la libre voluntad democrática mayoritaria de
la sociedad catalana. Desde ayer, sí, sabemos que nuestra amiga y
compañera Anna Gabriel Sabaté se quedará en Ginebra. Refugiada en 2018.
Considera, con todas las razones de su parte, que sus derechos
fundamentales y procesales ya no están garantizados ante un tribunal
especial que pedirá hasta penas de 30 años de cárcel. Por haber
convocado un referéndum de autodeterminación, aprobado por mayoría
democrática en sede parlamentaria, y por respetar los resultados. Ese
es, dicen, el extraño delito de rebelión y sedición que les atribuyen:
dar la palabra a la ciudadanía. En un extrañísimo golpe de estado que en
vez de secuestrar urnas, las pone. El mundo al revés de la excepción.
Tan lejos y tan cerca, retornan hoy palabras antiguas
del ayer, demasiado conocidas por este pueblo durante décadas pasadas
–represión, cárcel, exilio. También Ginebra, en épocas distintas y
oscuras, acogió a Pau Casals, Mercè Rodoreda o Aurora Bertrana. En una
de los últimos autos judiciales que mantiene encarcelado al exconseller
de Interior del Gobierno catalán se lee vergonzosamente: «el investigado
mantiene lógicamente su ideario soberanista». Otra frase antológica que
certifica la persecución ideológica y la condición política de los
presos, en una renovada inquisición postmoderna que expide chantajes
inaceptables en cada resolución. Acto de fe maccarthista: o renuncias y
abjuras o a la hoguera represiva. Lejos, muy lejos, quedan las palabras
del juez que hoy juzga a unos pocos para condenarnos a todos. La
pronunció Pablo Llarena en 2012: «la cuestión de la identidad catalana y
la integridad del Estado español no tienen solución judicial, sino
política”.