martes, 19 de febrero de 2008

TODOS SOMOS DROGADICTOS

O casi todos. Casi todos tenemos una adicción u otra, bien sea al café, al tabaco, al té, al alcohol o al chocolate. O una adicción enfermiza a mantenernos al margen de toda adicción.¿Qué es, pues, una adicción?
Los Mossos d'Esquadra han decomisado, en el aeropuerto del Prat, un alijo de 24 kilos de khat y han detenido a su portador. La prensa ha dado la noticia no sin alarma: una nueva droga. Ni droga ni nueva.El khat es una planta (Catha edulis), masticada diariamente y desde tiempo inmemorial por millones de árabes y subsaharianos. Decomisar 24 kilos de khat en Barcelona es como decomisar 10 cartones de Ducados en Saná y detener al estanquero portador. Visto desde Yemen, es para partirse de risa. Cada tarde, millones de yemenís se sientan en grupos para charlar mientras deshojan y mastican las ramitas del khat que acaban de comprar en el puesto de la esquina. Eso sí: los brotes de khat contienen muy pequeñas dosis de catinona, que es un alcaloide anfetamínico.
El consumo masivo de khat es un problema social en Yemen o en Etiopía, como el alcoholismo o el tabaquismo lo son en nuestro país, pero entre el khat y las anfetaminas hay la misma distancia que entre las hojas de coca y la cocaína.Una cosa es beber vino y otra embriagarse. La nicotina del tabaco es un alcaloide; la teobromina del chocolate, también.Todos los alcaloides son estimulantes y adictivos, por eso gustan. Como el alcohol. Se trata de discernir entre el cacao, el chocolate a la taza y el consumo patológico de teobromina, o entre el placer de fumar un puro habano y el vicio deletéreo(Sinónimos: dañino, nocivo, perjudicial, pernicioso) de prender un cigarrillo con la colilla del anterior. Las abuelas preparaban amorosas infusiones de adormidera para sus nietos inquietos: sin saberlo, les estaban dando opio, o sea morfina, que a fin de cuentas es la base de la heroína.
Vicios y culturas
Qué, cómo y cuánto. El consumo adictivo de patatas fritas es una seria anomalía alimentaría en los Estados Unidos. No banalizo el drama de las drogadicciones deletéreas. Digo que entre la heroína y las patatas chips media un amplio abanico de situaciones.
Poco veneno no mata. Y mucha virtud, empalaga.
Las culturas edulcoran sus debilidades adictivas endógenas. Hasta las ensalzan. El vino es objeto de culto en nuestro contexto cultural y vehículo del vicio en la ortodoxia islámica (que también condena el jamón y el chorizo). La coca es tan venerada por los andinos como mal vista en Occidente. La lista de alcaloides sagrados o pecaminoso en función del juez que los pondera es muy larga.
No debe inquietarnos la virtud, sino la salud. El problema no es el pecado del vicioso, sino los umbrales patológicos de la adicción.
La noticia del decomiso de khat en el aeropuerto barcelonés coincidió con una viñeta de Ferreres en su Animus iocandi en la que una monja con toca largaba a unas musulmanas con velo: La cultura jerarquiza los valores.
¿Cava sí y khat no? El prejuicio dificulta el juicio. Eso sí: las ideas, sin velos. Por ejemplo: no hay drogas benignas, solo dosis lo bastante bajas. Ponderación prudente no es permisividad irresponsable.
La escalera de caracol por Ramón Folch, en El Periodico.

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