jueves, 22 de febrero de 2018

Putos viejos

Los adoro. Los admiro. Los amo. Hoy siembran las calles españolas de furia y de baba y de gritos y de ese after shave de garrafón que gastan, me cago en diez. Miro las imágenes y las disfruto como en una película épica. Las permanentes recias con que esas señoras se adornan la cabeza son esculturas heroicas. Señoras que según el sistema no contribuyeron, como mi abuela, porque sólo dedicaron su vida laboral a cocinar gratis, a limpiar los altillos gratis, a fregar el suelo gratis, a lavar la ropa gratis, a planchar la ropa gratis, a cuidar gratis. Señoras que convirtieron el amor, esa materia no monetizable, en trabajo santo y gratuito. Señoras que realizaron toda su vida cálculos matemáticos complejos, operaciones económicas que deberían sonrojar a los economistas pijos, esos que dicen que esto no es sostenible mientras sostienen el pito de la banca.


Señoras ignorantes y sencillas que sin embargo consiguieron alargar el sueldo del marido currante hasta el día 30 y todavía mandaron a algún hijo a estudiar. Aprended de esas señoras, economistas, políticos altivos y despreciables. Aprended de esas señoras a las que habéis condenado mil veces a la precariedad o la ruina y que hoy se levantan con sus maridos para exigiros lo que les corresponde y lo que nos corresponde a todos. Aprended de esas señoras que han soportado la carga que les colgasteis cuando los bancos nos estafaron. Aprended de los putos viejos, que han salvado la vida de millones de familias españolas contra viento y mareos. Vosotros, que presumís de cuadrar las cuentas del mismo país que expoliáis, aprended de esas jodidas señoras cómo sobrevivir a la austeridad. Ellos consiguieron salvar a sus familias con una pensión minúscula. Son ellos quienes deberían ocupar los ministerios de economía y hacienda. Ellos, y no vosotros, saben salvar una casa y un país. Fuente

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