Guía rápida para gozar del alimento más lujurioso ¿Cómo se abren? ¿De dónde vienen? ¿Con qué conviene maridarlas? ¿Seguro que son afrodisíacas? Si hubiese un Kamasutra ostrero, estarías a punto de entregarte al vicio.
La ostra, ¡ay, la ostra! Cuánta retórica alrededor de un molusco -en
concreto, bivalvo-, que constituye una de las especies de marisco más
apreciadas. Qué de dobles sentidos, qué de alegorías y metáforas.
Comerse una ostra ha pasado a ser un acto de deglución solo reservado a
los dioses del Olimpo, cuando lo cierto es que cualquier mortal de
Valladolid podría servirla sobre su mesa de Navidad con gran facilidad.
Está ahí, a tiro de piedra, y nadie le entra. El típico caso de amor
platónico, hasta que abres la boca y permites que el manjar se deslice
por tu garganta. Alguien te dijo una vez que le sentó mal; ya, ya. Otro
te contó que se puso como una moto (menudo fantasma). Vamos a desmontar
los mitos alrededor de un alimento más mundano de lo que crees, con una
relación calidad precio muy razonable, y ciertamente obsceno si sabes
qué teclas hay que tocar.
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